© Dan Gidekel
Es habitual ver cómo muchos líderes toman decisiones que buscan un objetivo determinado, y muchas veces esos objetivos no se logran.
Conozco a estas personas y sé de su formación y su capacidad, sin embargo una y otra vez quedan atrapados en ese “presente”.
Desde que fundé mi empresa, tuve la profunda creencia de que sólo lograría mis objetivos si tomaba las decisiones no en relación al presente sino al futuro.
Se que suena raro... ¡espero poder explicarlo!
Me gusta pensar que el hecho de conseguir un objetivo es el producto / resultado de muchas otras cosas, no sólo lo enfocado en ese objetivo.
Pongamos de ejemplo las ventas: muchas empresas emplean premios y gratificaciones, beneficios y esquemas salariales, y mil cosas más, o sea, si vendes más accedes a esos premios, pero... ¿realmente alcanza sólo con eso ?
Me propuse pensar adelante. Si yo lograra mi objetivo, ¿cuál o cómo sería ese futuro?
Probablemente, y sin miedo a equivocarme, quienes logran los objetivos no lo hacen por dinero (solamente), sino porque son personas comprometidas, motivadas, con vocación, con pasión por lo que hacen, con alegría y felicidad y, todo eso, finalmente es lo que se transmite en una relación comercial, lo que en definitiva termina siendo la mejor herramienta de ventas.
Será entonces nuestra tarea ocuparnos de lograr todas las condiciones necesarias para que ese objetivo sea posible y alcanzable, y es nuestro trabajo, no del vendedor.
El vendedor puede fracasar, nosotros no. Por ende, alcanzar los objetivos es nuestra responsabilidad y el vendedor es parte -importante- de la consecución de ese objetivo.
Las personas somos por naturaleza sensibles, y nos contagiamos positiva y negativamente. Por eso, siempre pensé que para lograr un nivel de ventas determinado, no debía enfocarme en las cuestiones habituales vinculadas al dinero y los premios, sino lograr que la gente que me acompaña sintiera lo que hacía, que fuese feliz y que el obtener los resultados buscados fuese mucho más premio que el dinero.
Y así ocurrió.
Los premios materiales, acompañan el esfuerzo, el trabajo y la dedicación, pero no necesariamente atadas a un resultado específico.
¡Indescriptible es la cara de una persona que a pesar de no conseguir el objetivo, recibe un premio por su esfuerzo!
E igualmente indescriptible es mi cara, cuando premio el esfuerzo y la persona a pesar de estar recibiéndolo no está del todo contenta por no haber logrado el objetivo.
No siempre el resultado depende de la gestión o el esfuerzo, hay mil factores que influyen.
Debemos Premiar la actitud, el sacrificio, y las ganas, ya que son elementos humanos mucho más valiosos que una operación comercial.
Claro... eso no se puede ver en el presente, pero si en el futuro, donde me gusta vivir.
¡Saludos!
Dan